Lo que parece ser un lugar tranquilo [Lucy W.]

Las mazmorras. Un buen, bah que digo, un excelente lugar para pasar desapercibida por el resto del día. La mañana había sido… diferente; aunque la tarde era, por lo menos, algo lindo y tranquilo. Estaba muy cansada. No había dormido bien por las malditas pesadillas que me vienen noche tras noche. Varias veces pensé en hechizarme para que se me olviden todos esos recuerdos de la mente, sin embargo, luego recordaba que eran esas imágenes lo que me obligaban a seguir… a seguir con los pasos de mi padre.
La Sala Común, cuando la abandoné, se estaba comenzando a llenar de alumnos. Los lugares concurridos eran lo que quería esquivar en ese día. Los griteríos de los fastidiosos de primer año; las risas insoportables de segundo; y las constantes miradas por parte de los hombres de quinto, sexto y séptimo. Claro que no me molestaba que me persiguieran, pero era hasta cierto punto.
Debía de admitir que todo parecía en paz… hasta que vi a un par de alumnos besuqueándose. No me molestaba, aunque me gustaría gritarles que se vallan a un hotel. El amor. Nunca me gustó. Lo odio a muerte desde que mi madre me abandonó en aquel Orfanato. Nunca conocí el amor, y no pienso conocerlo jamás. Aunque he tratado de convencer a Albus de formar una relación. Eso sería excelente para el Lado Oscuro.
Entré, sin mucho apuro, a un aula vacía. Todo estaba silencioso y vacío, y oscuro también. Mejor, pensé con una sonrisa malvada. Caminé por el pasillo que había entre los escritorios de los estudiantes. Pronto había llegado al supuesto asiento del profesor, en el cual me senté. Estaba frío, pero no me asustó. Quizás nadie la haya usado hace varias semanas. Apoyé mis pies arriba del mueble y saqué mi varita del bolsillo. Jugueteé con ella por un buen rato.
Me puse en guardia, mis pies ya estaba en tierra y mi cuerpo estaba firme y estático sobre el suelo, y mi varita alzada a la altura del hombro, apuntando a una flama roja. Entrecerré los ojos para observar mejor. No era ninguna flama, era una cabellera. Una cabellera pelirroja. Recordé que sólo una familia entera de Hogwarts tenía ese color. Fruncí el ceño y sentí la rabia correr por mis venas.

- ¿Me has seguido, Weasley? – pregunté amenazadoramente, sin bajar la varita.

Aún no identificaba quién era por la maldita oscuridad. No obstante, lo averiguaría por las buenas o por las malas…

Se aburría infinitamente en las clases. Prefería estar por ahí, curioseando o simplemente paseando, cualquier cosa sería mil veces mejor que estar escuchando al profesor de Historia de la Magia, su tono de voz era soporífero, aún se preguntaba como era posible que terminara sacando todas las asignaturas con buena nota. Era algo que comenzaba a a dudar que le siguiera sucediendo toda su estancia allí, pero mientras funcionase, mejor. Su padre era tremendamente exigente con ella y su hermana, ¿qué decir del Ministro de Magia? A veces la presión de ser hija del mayor representante de la magia le hacía desear ser tan buena como él quisiera.

Buscó a Hugo para jugar al ajedrez mágico o cualquier cosa interesenta que a ambos se les ocurriera, pero estaba ocupado haciendo deberes, cosa que para Lucy prácticamente no existía. Caminó sin rumbo por los pasillos, esperando encontrar algo que le llamase la atención y vaya si lo encontró. Un rostro dulce, acompañado de unos profundos ojos azules y aquella cabellera negra como el carbón. Lucy la siguió por las mazmorras, aunque seguir no era el término que ella hubiera utilizado, simplemente digamos que iba a realizar una investigación. Últimamente la atmósfera de la escuela le resultaba extraña a Lucy, aunque tanto Hugo como Molly se habían encargado de decirle que estaba completamente tarada.

- Más quisieras tú estar sentada alguna vez en una silla de esas - la chica se dió la vuelta y Lucy caminó, atravesando las sombras del pasillo y entrando en el aula vacía. No sabía si Morgana la conocía, pero ella definitivamente sí lo hacía. Prácticamente todo el mundo la conocía, era difícil de olvidarr su belleza y sus rasgos puros e inocentes - Bueno... - se quedó pensativa - Si lo quieres ver así. Yo más bien lo llamo misión de reconocimiento

Ese dulce tono de voz. Esa cabellera que no parece tener fin... Lucy Weasley. Una buena parte del tiempo maldecía a todos los Weasley. Prácticamente Hogwarts estaba infestado de ellos. Me fastidiaba dar un paso fuera de mi Sala Común y encontrarme con alguno de ellos. Eran mi tormento, sobretodo dos de la misma familia, Rosebud y la Potter pequeña. Ellas dos eran mi infierno personal. Aunque claro que un par de Potter o Weasley también me molestaban. Me ponía furiosa cada vez que alguno se me cruzaba en clase o algún pasillo, excepto Albus, obviamente. Scorpius y Albus eran mis dos compañías favoritas.
Bajé la varita un minuto para visualizar los ojos de la Weasley. Se veía pequeña e inocente, aunque fuera un año menor que yo, sin embargo sabía a la perfección que sólo lo disimulaba. Fruncí los labios mientras relajaba mi rostro. Yo también sabía disimular muy bien, bueno más bien sé mentir a la perfección. Le dediqué una sonrisa malvada en el momento que me senté de nuevo, pero no en la mesa del profesor, si no en el más cercano a ella.

- Weasley, Lucy - me reí. La inspeccioné de pies a cabeza con cierto asco en la mirada - ¿Acaso no me reconoces? - solté una carcajada frívola luego de usar mi tono burlón.

La observó con curiosidad. Su rostro al verla aparecer por la puerta no fue lo más agradable y, a decir verdad, tampoco lo esperaba. La gente como ella no solía soportar a los Weasley y sobre todo si tenían la cabellera pelirroja tan característica. Se podría decir que eran como una plaga, pero a ella le gustaba pensar en ello como algo positivo y, de hecho, estaba convencida que lo era. Se sentó sobre uana de las mesas, esperando una reacción ella después de lo que acababa de decir y, en un principio, la respuesta fue acercarse más adonde estaba sentada ella. Caminó unas mesas más alante y se sentó en una de ellas, aunque siempre manteniendo la distancia.

La respuesta le sorprendió a Lucy. Esperaba alguna contestación ofensiva o, al menos, algo más ingeniosa. Le sonaba a algo típico y no pudo evitar sonreír de medio lado al verla escrutarla con la mirada. ¿Tenía tanta pinta de mala? A veces Lucy creía que llegaba a ser más inocente de lo que la gente la decía, de hecho, estaba ahí, en un aula vacía en las mazmorras con alguien que le ponía los pelos de punta. ¿Por qué creía que todo el mundo podía tener buenas intenciones? No lo sabía, suponía que era mucho más fácil creer que, en todos y cada uno de nosotros, hay una parte buena, solo que en unos aflora más fácilmente que en otros.

- Así es - asintió con la cabeza, a la vez que sonreír. No se podía creer que la conociera, aunque también era cierto que siempre solía estar rodeada de personas, le gustaba socializar, se podría decir - Obviamente que sé quien eres. Todo el mundo lo sabe - se encogió de hombros, quitándole importancia - Lyra Mallory - tragó saliva. Aquel nombre le ponía la piel de gallina. jamás le había dirigido la palabra hasta hoy y no tenía pensado en hacerlo, pero suponía que algo había cambiado.