Amraduras y más armaduras ~Libre~

El castillo de Hogwarts, tan grande y aburrido como siempre. Sus enormes muros de roca fría y sin color parecían ya no sorprenderme y por mucho que caminara por los estrechos pasillos nada parecía pasar. Comenzaba a aburrirme y necesitaba encontrar algo más interesante que hacer que estar en la sala común haciendo algún trabajo para alguna de las materias que estaba tomando. Suspiré mientras dejaba que mis pies me llevaran hacia cualquier parte. De un momento a otro terminé en el tercer piso, más exactamente en la sala de armaduras. Si sala porque eso es lo que me parecía a mí una sala. Caminaba despacio inspeccionando todas y cada una de las armaduras por las que pasaba. Cuando las tenía enfrente no podía evitar imaginarme con las amaduras puestas luchando contra un trol gigante con cara de no haberse bañando en mucho tiempo. Era divertido pero sabía que no era real. Solté un pequeño suspiro mientras dirigía la mirada a una de las grandes armaduras que había en el lugar, tenía una enorme hacha que parecía ser muy filosa, en la espalda parecía tener un escudo que probablemente nunca ocuparía por el tamaño del hacha.

Si pudiera darte movimiento no me aburriría tanto – le dije con una sonrisa imaginando que la estatua cobraba vida – al menos tendría alguien contra quién pelear.

Luego de mis breves palabras al objeto inanimado me senté enfrente de él, sacando mi varita y jugándola en mis manos, dándole vueltas haciendo que echara pequeñas chispas rojas que apenas iluminaban nada de la sala. Tenía las piernas cruzadas, no había miedo de que me miraran nada puesto que tenía puesto unos jeans debajo de la túnica de Gryffindor así que daba igual la forma en que me sentara.

La tranquilidad tan aburrida que estaba comenzando a tener de pronto se vio interrumpida cuando unos pasos demasiado cerca de mi resonaron en mis oídos. Cuando me giré para ver de qué se trataba me encontré con una chica de cabello oscuro se acercó con algunas apalabras, era claramente mayor que yo. Su túnica decía que pertenecíamos a la misma casa así que no esperaba mucha hostilidad de parte de ella aunque nunca se podía estar demasiado segura, si llegaba a decir algo que no le agradara terminaríamos peleando. Sonreí ante sus palabras mientras me levantaba lo más rápido que podía aunque he de decirlo, lo hacía de manera un poco patética por mi falta de equilibrio pero me daba muy igual.

¿De verdad sabes hacerlos moverse?- pregunté antes de responder su pregunta. La verdad es que no me importaba un poco de compañía, algo que tanto necesitaba, además (y no es por excusarme) mi cabeza estaba hecha bolas por todos los pensamientos que cruzaban mi cabeza y ni me había tomado la molestia de pensar en mis modales. No me había presentado como la señorita que había educado mi madre, o al menos eso era lo que ella pretendía que fuera, una señorita con modales impecables. Lo llevaba claro.

Lo siento, no me importaría que estuvieras un rato conmigo - le dije amablemente recordando lo que me había dicho - por cierto soy Sophia Anastasia Straford, si quieres puedes decirme Sophia, Anie, o como gustes. En realidad me da igual mientras no me digas mi nombre completo, siento que me están regañando cuando lo hacen.

Le extendí la mano para que nos presentáramos lo más educadamente posible, si es que era posible que hubiera educación conmigo cerca

En cuanto pronunció el hechizo sentí la necesidad, la fuerte necesidad, de pronunciarlo mientras apuntaba a la armadura más cercana. Aunque sabía que podía ser peligroso siempre necesitaba hacer algo que me animara un poco además de que necesitaba saber si podía hacerlo. Pero después de la pequeña advertencia de mi compañera de casa las ganas menguaron un poco, no tanto por miedo a la estatua, que al final resultaría interesante que se movieran, si no a que mi compañera se enojara conmigo por no seguir sus consejos aunque… lo probaría algún día. Cuando me dijo su nombre traté de hacer que mi cerebro lo memorizara, pero al principio sería un poco difícil sobre todo si apenas hablaba con ella, nunca era buena recordando los nombres de otros compañeros. Usualmente recordaba a la gente que conocía por algún rasgo especial de ellos, como la chica de cabello rosa con la que compartía cuarto, o mi compañero de mesa de pociones el mocomurcielago.

Deacuerdo, te llamaré Val – dije despreocupadamente mientras mi mirada pasaba del rostro de la chica a la estatua nuevamente y más concretamente a su filosa hacha pero enseguida su cara volvió al rostro de su acompañante al escuchar la pregunta que formuló – pues si, aburriéndome un poco, pensé que algo interesante podría ocurrir aquí y mira te conocí a ti, eso significa que las cosas comienzan a mejorar. Piertotum Locomotor.

Bien si, no había podido evitarlo, había pronunciado las palabras que me había aconsejado no pronunciar. Me miraban como si quisieran que las animara para poder jugar al algo parecido y no había podido evitarlo. Mientras hacia mi comentario con mi varita apuntaba discretamente hacia la estatua que estaba frente a nosotras y al final lo hice. Pero sorpresivamente para mí el hacha de la armadura comenzó a moverse hacia arriba produciendo un chirrido bastante irritante, pero luego de moverse lo que me parecían 10 centímetros dejó de moverse. La sonrisa que se había dibujado en mi rostro al verlo moverse se borró e intenté disimularla al voltear a ver a Val

Creo que pude notar un poco de empatía por parte de Valerie, pero de buenas a primeras no podía estar segura, yo me estaba preparando para un regaño colosal en cuanto la armadura dejó de moverse. Tres, dos, uno. Conté mentalmente esperando la reprimenda pero en lugar de eso pude notar el movimiento de los labios de mi acompañante pronunciando algún conjuro. Mis suposiciones se vieron confirmadas cuando un pequeño hilo de luz había salido de la varita de Valerie en dirección a la armadura, mi varita ni había podido hacer que el hechizo tomara una forma corpórea para golpear algo. Era notorio que aún me faltaban muchos años de práctica y aprendizaje para llegar a un nivel aceptable de magia, al menos al mismo nivel en el que se encontraba mi amiga.

En cuanto la armadura se movió hacia nosotros no pude evitar el impulso de empujar mi cuerpo contra la pared que tenía detrás, era inútil el intento de alejarme de ese modo lo sabía pero era una reacción natural. Sentí como por mis brazos comenzaba a recorrer ese pequeño frio que invade el cuerpo cuando tiene miedo, mi corazón se aceleraba, sentía que si levantaba mis manos comenzarían a temblar ligeramente por el pulso. Pero sobre todo me daba miedo el chirrido del metal raspando. Cuando pensé que estaba por darme un paro cardíaco escuché levemente a Valerie decirle algo a la armadura caminante, esta se detuvo en el acto y yo solté un gran suspiro de alivio.

No tenía miedo - le dije a Val en broma pues era evidente que si lo había tenido por unos momentos. Mientras las palabras salían de mi boca esta comenzaba a curvarse demostrando una sonrisa divertida. Cuando volví a escuchar hablar a la chica castaña que me acompañaba con ese tono amable, pensé que yo no sería capas de hablarle así a un objeto que se suponía no tenía sentimientos. En ese momento me di cuenta de lo graciosa que se veía la armadura intentando bailar y no pude reprimir una gran carcajada, un poco burlona he de admitir. Me giré hacia Valerie tratando de tranquilizarme y en cuanto lo logré comencé a hablar - ¡Guau! Quisiera tener tanto control como tu. De verdad esto es graciosisimo.

Escuché atentamente cuando explicó que había aprendido el hechizo un año antes, entonces una idea se me cruzó por la cabeza, tendría que comenzar a estudiar hechizos de niveles superiores para poder ser mejor de lo que ahora era. Sabía que era joven y que posiblemente eso fuera un pequeño paso hacia atrás cuando otras personas tienen mayor edad y por lo tanto más capacidad con los hechizos... qué fastidio. Cuando la armadura me hizo una reverencia no pude evitar corresponderla, lo sabía, era producto de Valerie pero es que me resultaba tan convincente. En Hogwarts te podías encontrar muchas cosas raras, eso me había quedado claro desde primer curso, desde los retratos molestos que no dejaban salir a los pasillos en la noche hasta un árbol homicida con tendencia a volver puré a pajaritos inocentes, también me había vuelto gran amiga de uno de los fantasmas de la escuela: El Fraile Gordo. Lo sabía, era una tontería que siendo el fantasma de Hufflepuff se llevaran tan bien con una chica de Gryffindor, es solo que el Fraile era un enigma para mí, no es que me llevara mal con Nick-casi decapitado. Solo, el Fraile me agradaba un poco más.

De pronto me di cuenta que el silencio comenzaba a adueñarse de la sala, las dos nos habíamos quedado en silencio y con la armadura ya en su lugar todo parecía un poco más aburrido. Mentalmente buscaba alguna forma de hacer que las cosas se animaran un poco más, algún tema del que hablar y justo dí en el clavo al ver si insignia de prefecto. Una insignia que odiaba bastante y al mismo tiempo me parecía bastante atractiva. Tenía un millón de preguntas, no solamente sobre el poder de tener una insignia, también sobre cierto individuo que... bueno me agradaba un poco más que los demás.

Oye Val... ¿Es cierto que los Prefectos tienen un baño más elegante del que tenemos el resto?Dicen que tiene hasta sirenas que cantan mientras tomas un baño con burbujas - le pregunté, la verdad es que primero quería entrar en el tema de los prefectos para que no se me oyera como una chica loca que pretende saber todo de un chico... yo no era tan así. Espero